
Cortesía de Rachel Valdés.
Con apenas 25 años, Rachel Valdés se posiciona como una artista muy exitosa. “The beginning of the End”, su instalación más reciente, estará hasta el 21 de noviembre próximo en el corazón de Nueva York, Times Square. Valdés propone su pieza hecha con espejos, por donde la gente puede caminar y mirarse a sí misma. Una suerte de mundo dentro de otros mundos, que se multiplican en cada reflejo.
En cada nueva obra, se desmarca de los estereotipos y tópicos recurrentes en el arte cubano contemporáneo. Lo contemplativo, lo lúdico y la oportunidad de distorsionar el entorno a cada paso, se integran en la propuesta de Rachel. La artista Insiste en acercar el arte a la vida cotidiana, y proporcionar una experiencia sensorial distinta. Sobre su devoción por la pintura, que continúa a la par de las instalaciones, sus obsesiones creativas, y las posibilidades que abre el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, conversamos una tarde en la Gran Manzana.

Foto: Lidia Hernández Tapia.
¿Por qué “The Beginning of the End”?
“El principio del Fin” es una frase filosófica que me gusta. Me da la idea de que siempre que una historia termina, comienza algo más. Esa idea de lo cíclico, del infinito, es constante en mi discurso. Este es un objeto lineal, fino, que delimita. La pieza juega con la línea donde acaba el mundo material y comienza lo inmaterial. Esos dos mundos paralelos están constantemente en nuestra vida.
Como es común en mi trabajo, casi siempre creo objetos y distintos elementos que ayuden a percibir la realidad de un modo diferente. Crear distorsiones visuales, jugar con la perspectiva, con ilusiones ópticas. Casi siempre creo el objeto en dependencia del espacio donde va a estar. Crear ese diálogo entre el objeto, la esencia del ser y el espacio. Ya sea visual, espiritual, mental o físico. Y es más bien una experiencia sensorial única, y que ayuden a percibir la realidad ya existente de otra forma. Sobre todo es como una especie de limbo, y de paisaje al revés. Parece un calidoscopio.

Foto: Lidia Hernández Tapia.
Esta es la primera pieza que expones en solitario en Nueva York. ¿Qué tenías en mente al crear pensando en esta ciudad?
Es la primera vez que hago una pieza en el centro de una ciudad tan concurrida y tan cosmopolita como Nueva York. Y es un reto, porque es muy difícil competir con esta escala. Visualmente es difícil hacer algo que pueda ponerse al nivel. Los edificios son tan altos, la arquitectura es tan impresionante y todos los recursos visuales son tan fuertes. Entonces lo que hice fue crear una pieza que ayude a distorsionar esa arquitectura y crea una especie de ambigüedad en el paralelo entre mundo real-mundo ideal, lo tangible y lo intangible.
Siempre me inspiro en determinados espacios. En dependencia del entorno, depende el objeto que creo. Pero casi todos que reflejan, y donde todo lo que confluye alrededor de la pieza pasa a formar parte del objeto. Y viceversa. Es un vínculo bastante interesante. Esta pieza la creé específicamente para este entorno.
¿En qué se asemeja colocar una pieza así en Nueva York, con otras parecidas que has expuesto en La Habana?
Lo mejor que tiene mi obra es poder llevar a cabo estas intervenciones públicas en espacios completamente contrapuestos. La gente y el ambiente son distintos en La Habana y Nueva York, pero al final todos somos seres humanos. Todos tenemos similitudes, sentimientos, patrones de sensibilidad. Estas obras tienen un carácter universal. Pero aquí es un shock porque culturalmente es un país muy grande, con un eclecticismo tremendo.

Cortesía de repeatingislands.com.
¿Qué es lo que más disfrutas al colocar las obras en lugares donde transcurre la vida diaria de la gente, y donde puedan interactuar tanto el que sabe de arte como el que no?
Lo más enriquecedor para mi poder hacer intervenciones públicas es poder descontextualizar el arte de su ambiente habitual. Llevar el arte a la gente, en la calle. Cualquier espectador tiene el mismo acceso y oportunidad de consumir la pieza. Para mi es fascinante.
Más que una expresión específica, me gusta la diversidad. Hay que ser muy fuerte, porque no a todas las personas les gusta. Pero la mayoría de las veces veo satisfacción en el rostro de la gente. Eso me agrada, mi objetivo es dar al menos un segundo una sensación única y una experiencia visual única. Cuando logras ver sorpresa, de no saber exactamente lo que ves ni dónde estás, me atraen mucho. Lo interesante es que la gente se tome el tiempo de observar. Muchas veces van directo a hacer fotos con el teléfono.

Foto: Lidia Hernández Tapia.
El tema de los reflejos es casi una constante en tus instalaciones. ¿Qué has aprendido sobre ti misma con esas piezas?
Sinceramente me cuesta mucho trabajo consumir estas piezas o asimilarlas como si yo no las hubiera hecho. Siempre estoy en la posición del creador. A veces me gustaría quitarme ese aura y vivirla como si no la hubiera hecho. Pero es difícil. A veces me gustaría tener la sensación de entrar y verla por primera vez, a ver cómo yo me comporto.
¿Cómo se complementa el trabajo instalativo con la pintura?
Llevo mucho tiempo intentando vincular esa necesidad de crear escenarios y ambientes. Intento hacerlo en el mundo tridimensional, pero también en bidimensional, o sea en la pintura. También me gusta jugar con la ilusión, con crear profundidades aparentes en superficies que no lo son. También he estado trabajando sobre esas ideas últimamente en mis pinturas. Ya es una serie más abstracta, donde creo atmósferas, juegos de luces.

Cortesía de Rachel Valdés.
¿Qué motivó el salto de la pintura a las instalaciones?
Lo que motivó el salto fue la posibilidad de poder hacer instalaciones en grandes dimensiones. Siempre hice piezas instalativas desde que empecé en la Academia de San Alejandro. Hacía cosas muy abstractas con cristales y espejos, muy simétricas. Pero a escalas menores.
Pero no he dejado la pintura. La pintura es de los medios más sagrados para mí. Eso fue lo que estudié, y siempre me acompaña. Es el único proceso creativo que puedo hacer con mis manos, y en que estamos yo y la obra. Es una conexión muy fuerte. En el caso de las instalaciones, no las hago, porque no puedo producirlas con mis manos. Necesito un equipo que me ayude. Es una tendencia diferente. Pero ambas para mí son fundamentales.
La experiencia sensorial es importante en la obra de Rachel Valdés. ¿De qué fuentes te alimentas para crear?
Me inspiro mucho en la naturaleza. Me gusta contemplar el entorno. Y es interesante para mi crear objetos que ayuden a entender un poco la situación de una persona como ser físico dentro de un espacio. El ser humano ve a su alrededor, pero muy pocas veces se mira a sí mismo dentro de ese entorno. Como experiencia psicológica es interesante. La primera vez que uno se puede contemplar tal cual puede dar otra perspectiva.

Cortesía de alexincuba.com.
¿Cómo sientes que ha beneficiado como artista el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos?
Es mucho más interesante que los pueblos se unan y comencemos a hacer colaboraciones mutuas, socialmente, en la cultura. Es superenriquecedor tener la posibilidad de viajar a un país, conocer la cultura, volver al tuyo y traer un poco de esa esencia. Pienso que estos cambios nos favorecen a todos, y que hay romper más barreras para crear una conexión un poco más directa. Gracias a todo eso estoy yo aquí. Es maravilloso poder mostrarle al mundo lo que está pasando en el arte cubano, o las inquietudes de una artista cubana. No necesariamente hay que cumplir con una estética manida de tópicos e ideas, referentes a temas sociales o migratorios. Se puede hablar de otros discursos y seguir siendo cubana.
Hace poco incursionaste en un video clip con Marc Anthony y Gente de Zona. ¿Veremos más trabajos como actriz?
Me gusta la actuación, porque lo asumo como una experiencia que me enriquece como persona. Siempre sueño con vivir varias vidas a la misma vez. Es utópico, pero la actuación da esa posibilidad. Ser otra por unos segundos, hacerle creer a los demás que eres alguien más. ¿Y por qué no? Ojalá pudiera hacer otras interpretaciones en el mundo cinematográfico. No lo descarto.