
Cortesía de Juan A. Martínez y el Vero Beach Museum of Art
Juan, háblanos un poco de ti. ¿Cuándo saliste de Cuba? ¿Cuándo llegaste a Estados Unidos?
Naci en La Habana en 1951. Mi familia no tenía relación alguna con las artes. Salí en 1966 de La Habana para Madrid, un mes antes de cumplir la edad militar de quince años. Tres meses después aterricé en Miami.
¿Por qué el arte?
Mi interés en el arte vino un poco tarde, estaba en mi segundo año en Miami Dade College. Y lo descubrí a través de un amigo que le interesaba la historia del arte. Alli me enteré por un artista y profesor que se podia hacer una carrera en Historia del Arte.
Cuando no existían en Miami galerías dedicadas al arte cubano, fuiste de los que participaron en una especie de “movimiento” en pos del reconocimiento del mismo. ¿Cómo aconteció este proceso? ¿Cómo has visto la evolución del arte cubano en Miami?
Para mí, ese proceso empezó más o menos con la exhibición de la colección de José Martínez-Cañas, en el caduco Metropolitan Museum of Art de Coral Gables, en el año 1980. Era una colección extensa, repleta de piezas claves de la pintura moderna cubana. Esa exposición en parte me inspiró para organizar posteriormente la muestra Origins of Cuban Modern Art, que curé y monté el Wolfson Campus, Miami Dade College, en 1982. En esa exposición traje a Miami por primera vez seis pinturas de la colección del Museum of Modern Art en New York, que no se habían exhibido desde 1944, con la famosa muestra Modern Cuban Painters.
Por ese tiempo el entonces Museo Cubano de Arte y Cultura obtuvo una sede permanente y empezó a exponer pintura moderna cubana, que se inició con una exhibición de Víctor Manuel en 1983. De ahí en adelante, aumentaron las colecciones privadas de arte cubano y poco a poco fueron curadas más exposiciones.

Cortesía Juan A. Martínez
Tu libro “Cuban Art and National Identity”, publicado en 1994, es uno de los primeros, sino el primero, que hace un estudio profundo de la vida y obra de los artistas de la primera vanguardia. ¿Cómo fue la acogida en el mundo académico de EEUU y en CUBA?
Ese libro tuvo muy buena acogida, aquí y en Cuba. También viajó por Europa y Latinoamérica. Una vez recibí una carta de un profesor de una universidad de Trípoli, Libia, y me felicitaba por el libro. Increíble.
Uno de los aspectos laterales que más me agrada de esa publicación es que abrió uno de los primeros puentes culturales entre Miami y La Habana. Hice investigaciones en las dos “orillas”, con la ayuda de historiadores de arte, curadores, bibliotecarios e instituciones que aparecen en la página de “Agradecimientos” del libro. No era la norma en esos momentos; Gerardo Mosquera en su reseña sobre el libro toca ese tema.

Cortesía Juan A. Martínez
Recientemente te has concentrado en la obra de Carlos Enríquez, y el resultado han sido dos libros. Uno es “Carlos Enríquez. The Painter of Cuban Ballads”, un estudio monográfico de la obra del pintor. El segundo, “Carlos Enríquez. Erotic Ink Drawings”, hecho con los dibujos originales del artista, es un proyecto de una naturaleza más independiente. ¿Me puedes hablar de estos proyectos?
Mis investigaciones para el libro sobre la vanguardia cubana me dejaron fascinado con la obra de Carlos Enríquez, del cual existía solo una pequeña monografía de Juan Sánchez. Mi idea era llenar ese vacío sobre una de las personalidades más insólitas en la historia del arte cubano, y creador de una de las obras más originales de la pintura moderna cubana. De nuevo hice investigaciones en Cuba y EEUU durante seis años; finalmente lo pude publicar con la ayuda de Ramón y Nercys Cernuda.
Estoy satisfecho, es una monografía muy completa del artista, incluye muchas ilustraciones a color de su obra y documentos primarios inéditos. Luego, cuando me enteré que Roberto Borlenghi tenía la colección de dibujos eróticos de Enríquez hecha para ilustrar los Sonnetti Lussuriosi de Pietro Aretino, lo convencí para que los publicara. Carlos Enríquez nunca pudo publicarlos, y después de su muerte pasaron a una colección privada donde quedaron sumergidos. Se ha producido una gran cantidad de obra erótica desde la antigüedad donde sobresalen artistas como Rembrandt y Picasso, pero todavía es un tabú en muchos círculos.

Fuiste de los primeros en Miami que reconoció la importancia de Los Once. De hecho, ayudaste a organizar una exhibición en 1996 sobre el grupo, enfocada en Guido Llinás. En estos momentos hay un interés particular de coleccionistas y dealers en el arte de este periodo. ¿Cómoaprecia este renacimiento abstracto?
Es hora que se les preste más atención a este renovador grupo de artistas dentro de la historia del arte moderno cubano. Ellos colocaron el arte cubano al día en cuanto a las tendencias vanguardistas de la década de los ´50, y reorientaron la mirada de Paris a New York. Todavía en la mitad de los 90 no los querían abordar en La Habana o Miami, porque algunos se habían exiliado y otros se habían quedado en Cuba. Me alegra ver nuevos talentos, norteamericanos y cubanos, escribiendo sobre el arte abstracto en Cuba.
Miami ha cambiado mucho en los últimos años, sobre todo en el aspecto cultural. Una ciudad que era predominantemente cubana se ha ido abriendo hacia una actitud más internacional. Y en el contexto del arte, Art Basel Miami Beach ha sido –sin dudas- uno de los factores fundamentales. ¿Cómo crees que se sitúa el arte cubano de la vanguardia en este contexto?
Me parece que las colecciones y exhibiciones de la pintura moderna cubana (1930-1960) en Miami son fuertesy coexistencon nivel competitivo con similares de otros países y momentos históricos.
El año pasado curaste Cuban Art & Identity 1900-1950, una exhibición de arte cubano para el Vero Beach Museum of Art. En la exposición coexisten artistas de la llamada vanguardia con los denominados de Cambio de Siglo, en una dinámica de complementación, no de oposición como expresan las narrativas del arte emitidas desde la isla. ¿Quévisión del arte cubano te llevó a esta tesis? ¿Por qué este tipo de exhibición no se ve en un museo de Miami?

Definitivamente, el arte contemporáneo reina en Miami en detrimento del arte histórico. En cuanto a la exhibición en Vero Beach, me interesaba en primer lugar mostrar en Miami la asombrosa calidad y cantidad de la pintura cubana del periodo republicano. Segundo, inspirado en conversaciones con la historiadora de arte Luz Merino y Anelys Alvarez, traté de ofrecer una mirada más amplia a la pintura republicana, enfocando más las similitudes que las diferencias entre la pintura moderna y la académica o tradicional. Fue un proyecto ambicioso, es la exposición más grande de arte republicano o moderno cubano que se ha hecho en los EEUU. Incluía piezas de colecciones privadas, del MoMA, de la Cuban Collection de Daytona Beach y de otros museos norteamericanos. Tuvo muy buena acogida, es una lástima que no pudo venir a Miami.
Te conocemos como profesor de FIU. Ahora te retiras de profesor, pero tu actividad creativa no cesa. Qué nuevos proyectos tienes?
Tengo en proceso una monografía de Fidelio Ponce. Y hace poco Jorge Santis, quien se jubiló recientemente como curador del museo de Ft. Lauderdale, me pidió escribiera un ensayo sobre the Miami Generation, para una exposición que abrió en julio y cierra en septiembre. Se trata de la obra de nueve artistas cubano-americanos, que llegaron a Miami muy jóvenes en la década del 60, se educaron aquí y salieron a relucir como artistas en la década del 80. Mi próximo proyecto es escribir un libro sobre ellos, e incluir algunos que se quedaron afuera de la exposición, como Arturo Rodríguez. Es una generación cuyo impacto en la cultura de Miami en la década del 80 ha quedado en la sombra.