
Courtesia de José Ramón Alonso Lorea
A inicios de mes, presentamos un texto de Alejandro Anreus sobre la decisiva exposición Pintores Cubanos Modernos, en el MoMA de Nueva York 1944. Ahora, el historiador José Ramón Lorea nos ofrece una mirada más cercana a una de las figuras más influyentes del arte cubano en los años 40, y primera impulsora de la muestra del Moma: la aún no reconocida mecenas y galerista María Luisa Gómez Mena.
La historia del arte cubano parece atender sólo a una enumeración de movimientos, nombres de artistas y obras maestras. Sin embargo, tras esta visión simplificada, comienzan a revelarse las múltiples aristas de un fenómeno más complejo y no menos apasionante. Uno de ellos es el rol histórico de la mujer como gestora y promotora cultural. En este capítulo inicial de una sustancial investigación, el historiador José Ramón Alonso nos introduce en la vida y acciones de una mujer ignorada. María Luisa Gómez Mena.
María Luisa Gómez Mena (o María Luisa Amelia Florencia Gómez Vivanco) nació el 3 de octubre de 1907 en la isla de Cuba. Su familia era bastante conocida en el entorno insular por ser propietaria de numerosos ingenios azucareros y de importantes bienes inmuebles. Gómez Mena fue una importante mecenas en la llamada “época dorada” de la pintura cubana, y algunos de los más importantes pintores de esa vanguardia le realizaron retratos de extraordinaria calidad.

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Conocemos de ella tres acciones fundamentales de patrocinio cultural. Uno es el que le brinda a aquellos intelectuales españoles llegados a la isla de Cuba en calidad de refugiados. Otro, el ofrecido a los pintores modernos cubanos. Y un tercer momento, entre México y Cuba, el que corresponde con sus últimos diez años de vida y que dedica a la producción editorial y cinematográfica, en compañía del poeta español Manuel Altolaguirre. Dicho de otra manera, financió y participó personalmente en proyectos literarios y editoriales, artísticos y cinematográficos.
Hacia los años finales de 1930 y principios de 1940, María Luisa solía reunirse con la etnóloga cubana Lydia Cabrera, y con las poetas españolas María Zambrano y Concha Méndez. También participaba junto a intelectuales cubanos y extranjeros en las tertulias que Carlos Enríquez, el Pintor del Romancero criollo, organizaba en el Hurón Azul, su casa-finca en las afueras de La Habana. Son los años de los antológicos retratos que le pintaron Carlos Enríquez y Mario Carreño. Tiempo en que finalmente María Luisa, por decisión personal y arropada con el entusiasmo que la caracterizó, se situó justo en el epicentro del desarrollo de esa vanguardia plástica cubana que entonces tomaba cuerpo y arraigo.

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El 9 de octubre de 1941 María Luisa contrae matrimonio con el pintor cubano Mario Carreño, e inicia una importante labor de mecenazgo a favor de los jóvenes pintores modernos de la isla. Justo un año después, el matrimonio, junto a José Gómez Sicre, funda en La Habana la Galería del Prado, en la calle Prado 72.
De acuerdo a lo realizado y a lo proyectado, con Galería del Prado se perfilan los siguientes seis objetivos: 1º- ser la primera galería de arte en Cuba donde se muestra, exclusivamente en grupo,obras de todos los pintores cubanos contemporáneos; 2º- mantener una Exposición Permanente de Pintura Moderna Cubana, como mismo se aseguraba en el membrete de su papelería; 3º- crear una colección de arte nuevo; 4º- prestar obras para otras muestras de carácter cultural en otras sedes y con otros promotores; 5º- publicar impresos; y 6º- patrocinar eventos.
Los tres primeros objetivos conseguían la visualización de la obra artística, convirtiéndose la galería en proveedor y acicate para el coleccionismo. Los tres últimos objetivos garantizaban fijar el rasgo distintivo de cada obra de arte para dotarle de un espacio (físico-conceptual) CASI MUSEAL dentro de la historia de la cultura, para crear un récord que, de cara al mercado del arte y sin menoscabo del valor cultural, dinamizara el carácter comercial del proyecto.

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El poeta y editor español Manuel Altolaguirre, entonces refugiado en La Habana, dejó constancia de su inauguración en octubre, en la mini-revista La Verónica: “El Prado de La Habana, a su mano izquierda camino al mar, tiene, defendida por un pequeño jardín, su Galería de pintura: La Galería del Prado. Los amigos de las artes plásticas encontrarán en su recinto una continua y renovada actividad. Nada de la muerte ni de la gloria de los Museos. En una Galería de Arte los cuadros no pueden permitirse este descanso o sueño concedido a los inmortales. Están allí de tránsito”.
En una segunda nota, Altolaguirre especifica el carácter comercial de la Galería y el grupo de pintores y escultores modernos que participan en el proyecto: “En la “Galería del Prado” se exponen para la venta, a precios al alcance de todas las fortunas, óleos, acuarelas, gouaches, dibujos, grabados, por Jorge Arche, Cundo Bermúdez, Diago, Carlos Enríquez, Escobedo, Max Jiménez, Maríano, Luís Martínez Pedro, Felipe Orlando, Amelia Peláez, Ponce, Portocarrero, Serra Badué, y otros. Esculturas por Lozano, Ramos Blanco, Rodulfo, Eugenio Rodríguez, Sicre, Núñez Booth, Esnard, Rolando Gutiérrez y otros”. Prácticamente todos los pintores y escultores modernos cubanos se nuclearon en torno a esta galería.

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Según evidencias que nos ofrecen catálogos de la época, obras de esta “exposición permanente” pudieron verse en exposiciones colectivas e individuales que se organizaron en otras instituciones cubanas. Tal el caso de “Una exposición de pintura y escultura modernas cubanas” (de junio de 1943) organizada por Gómez Sicre en el Instituto Hispano Cubano de Cultura. En su impreso se asegura: “Este catálogo es una cortesía de la Galería del Prado, única exhibición-venta permanente de pintura moderna cubana. Prado 72, La Habana”.
Posteriormente, en el catálogo de la exposición “Carreño. Óleos, ducos, gouaches y acuarelas” (Lyceum, noviembre de 1943), se asegura que “Obras de Mario Carreño pueden obtenerse en la “Galería del Prado”, Paseo del Prado 72, La Habana, y en “Perls Galleries”, 32 East 58 th, New York”. Esta nota nos confirma la estrecha relación personal y de trabajo que existía entre las dos galerías comerciales, la de María Luisa en La Habana y la de Kathy Perls en Nueva York. También en Nueva York y otras 11 ciudades estadounidenses pudieron verse y hasta comprarse, entre 1944 y 1945, pinturas de dicha “exposición permanente”, gracias a la muestra colectiva e itinerante organizada inicialmente para el MoMA.
También la escultura moderna integraba la muestra “permanente” de esta galería: en junio de 1944 se exhibe en Lyceum una importante exposición, con texto de Guy Pérez Cisneros, que confirma la renovación de esta práctica artística. Esta exposición titulada “Presencia de seis escultores”se presenta con el auspicio de Galería del Prado, y en la contraportada del catálogo aparece la siguiente nota: “Las obras de los escultores Roberto Estopiñán, Rolando Gutiérrez, Alfredo Lozano, José Núñez Booth, Eugenio Rodríguez, Rodulfo Tardó pueden adquirirse en la Galería del Prado. Prado Nº. 72 – La Habana”.

Si nos detenemos en los créditos que aparecen en algunas publicaciones de la época, más de 30 obras pertenecientes a Galería del Prado, o relacionadas con ésta, son obras muy significativas de este momento del arte cubano. También a través de Galería del Prado, María Luisa editó algunos impresos, como la monografía Carreño, 1943, con láminas que reproducen obras del pintor y texto de José Gómez Sicre, una de las más trascendentales publicaciones. A través del “Cuadernos de Plástica Cubana, I”, que apareció en la portada de este catálogo, se muestra la intención de desarrollar una colección de monográficos.