José Ángel Toirac y Meira Marrero, Ave Maria, 2010
Cortesía de la revista Artes

En este sentido resultan muy interesantes las obras que realizara Esterio Segura en 1991. En ese momento, creaba imágenes presentadas a modo de pequeños retablos en los que la manipulación de la imagen de la Virgen cobrera le permitió cuestionar la filiación ideológica del proyecto revolucionario, puesta en crisis con la desintegración de la URSS. En la pieza titulada Virgen de la Caridad del Acero hace coincidir en magistral gesto de asociación la silueta de la figura religiosa con los perfiles de la antológica escultura soviética El obrero y la Koljosiana. Así, ante un paradigma extranjero que sucumbía estrepitosamente, el artista propone uno propio que se yergue en arrojada actitud de supervivencia y resistencia. Por su parte, en Virgen de la Caridad de Guerra, del propio año 1991, la profecía se torna imprecación bélica; el destino de Cuba –vulnerable caimán en el regazo de una Virgen artillera– se revela incierto ante el arrastre de una crisis inexorable y, en todo caso, puesto en manos de una misericordiosa intercesión.

En verdad, para los que vivieron con consciencia de adultos los años tremendos del llamado “periodo especial”, los primeros años 90’s se recuerdan como una sensación de caída en picada por un insólito precipicio. En ese contexto Lázaro Saavedra, quien entre los plásticos de renombre de la generación de los 80 fuera uno de los pocos que no se adscribió a la gigantesca oleada emigrante, pintó en óleo sobre cartulina una imperecedera imagen de la Caridad del Cobre a la que tituló Con la fuerza del ejemplo. La escena representada es de tácita zozobra; los Juanes ya no controlan la embarcación batida por las olas en medio de la agitada tormenta. De modo que, abandonado el nimbo, donde permanecen solos los elementos materiales que conforman su particular sistema iconográfico, la Virgen se ha subido al bote, con Niño y todo en su regazo, y se ha puesto a remar.

No faltan las interpretaciones que asocian el gesto con el fenómeno migratorio que cundió en esos años y que en breve daría lugar a la denominada “crisis de los balseros”. Pero, más bien, tendemos a considerar que no se trata acá del mero trasiego que apunte a una vía de escape; puesto que el momento congelado en la narración es climático, es una elocuente metáfora de la situación social– y en ese contexto bajo el slogan oficial “con la fuerza del ejemplo”, como el más abnegado y contundente líder espiritual de la nación, la Caridad toma en sus manos las riendas del destino colectivo.

Después de “la tormenta” que conmovió los cimientos de la sociedad cubana en esos crudos años 90, se advierte el favorable sosiego en el clima ideológico– del país para potenciar que nuestros creadores se hayan sentido más a gusto en esa búsqueda incesante de disímiles vertientes interpretativas de asuntos antes relegados, estigmatizados y hasta proscritos.

Así, el artista Agustín Bejarano trabaja con cierta recurrencia el tema de la Caridad del Cobre desde el año 2001 cuando la inserta en las piezas V, VI y VII de la serie Metáforas de la salvación. En estas creaciones, el artista activa la sugerente proximidad de significados implícitos que advierte entre la figura histórica de José Martí y la imagen de la Virgen de la Caridad en el imaginario colectivo de los cubanos. Especialmente sugestiva es la inversión de símbolos que propone en la pieza VII, donde el Martí alado, en postura devocional, protege con la rama de una palmera un pequeño busto de la Caridad, ora imagen sagrada, ora alegoría de la propia Cuba.

La visión que ofrecen los artistas José Ángel Toirac y Meira Marrero en su obra Ave María –instalación de dimensiones variables, del año 2010– constituye un inmejorable colofón para este breve recorrido. La pieza se despliega con atinado rigor minimalista como justo espacio de exhibición de veinticinco imágenes marianas populares; una simple base fijada a la pared sobre el que se disponen, ordenadamente, las muy disímiles representaciones como si se tratase de una desnuda confrontación con fines etnográficos.

La resultante es que la heterogeneidad de estas Marías cubanas consigue resumir la excepcional raíz interétnica e intercultural de nuestra nación, a través de variaciones de morfologías, tamaños, materiales, pigmentos y conceptos de elaboración. De modo que son, a la vez, cemíes, santos vestideros, tallas rústicas, estampas de oraciones populares, estandarizados modelos artesanales y exclusivas piezas de culto; reveladores exponentes de todo género de miserias y de riquezas; de festivas o dolientes emociones; de toda suerte de reconciliaciones, aceptaciones, tolerancias y sustratos de una espiritualidad inclusiva, en crecimiento y sedimentación.

En la temática religiosa, y dentro de ella a la Virgen de la Caridad del Cobre, las exploraciones plásticas de las últimas dos décadas han dado lugar a utilísimas reflexiones en torno a la problemática identitaria, en su permanente, dinámica y saludable reactualización.